Yvette Toupane está casada y es madre de cuatro hijos. Es originaria de Casamance, la región del sur de Senegal. Ha sido animadora de la Acción Católica para Niños y de los Scouts. Trabaja como enfermera en un hospital de Ziguinchor.
Yvette, ¿qué es la misión para ti?
Como madre, estoy llamada a transmitir a mis hijos la fe que he recibido. “He recibido gratuitamente, gratuitamente doy” lo más precioso de mi vida desde hace tantos años: Dios. Estar bautizada implica estar al tanto de todo, en todo momento, ser apasionada de Dios en la sencillez de la vida cotidiana. Y después, con mis compromisos en los grupos de jóvenes de la parroquia, trato de transmitir lo que soy y lo que tengo. Hace falta mucha pasión y mucha imaginación con los jóvenes de hoy. Para mí es importante tener un corazón grande que sepa acoger y dar. Acoger lo que los jóvenes tienen que ofrecerme (preocupaciones, alegrías, descubrimientos de la vida) y transmitirles mi experiencia, la riqueza de Dios que hay en mí. Tengo cuatro hijos, pero mi casa está abierta a todos. A menudo tengo familiares o amigos que se quedan en mi casa unas semanas porque están buscando trabajo en nuestra ciudad. Yo les acojo y juntos contribuimos a nuestra comida diaria (¡comemos solo una vez al día!). Nos apoyamos mutuamente. Y me doy cuenta de que Dios me ayuda con muchos pequeños gestos, regalos, ayudas. Dios me habla a través de las personas.
Cuéntame una realidad importante de tu modo de ser discípula misionera.
Definitivamente la Palabra de Dios. La Palabra me forma y me ayuda a ser una auténtica hija de Dios. Mi día comienza temprano con un momento de oración y una breve lectura del Evangelio, que me ayuda a comprender cómo era Jesús, cómo vivía, qué hacía y cómo se comportaba. Trato de dejarme transformar en Él a través de la Palabra. A veces es difícil empezar el día cuando sabes cuántos compromisos y preocupaciones te esperan, pero leer la Palabra me ayuda en este sentido y me da pistas para afrontar mis días de la mejor manera. Mi día se convierte en un día del Evangelio y, ¿por qué no? … una oración continua. De alguna manera, trato de estar siempre “conectada” con Dios. La Palabra es una fuente para mi vida. La Palabra es bella: es Dios que me habla. La Palabra me transforma lentamente y me hace convertirme en Jesús.
¿Y en el trabajo?
En el hospital encuentro las situaciones humanas más dispares y a veces desesperadas. Cuántas veces me encuentro con personas desesperadas por su enfermedad, sus problemas, la falta de dinero para tratarse. Hablo con ellos y trato de ofrecerles unas migajas de esperanza. La gente me dice que se siente mejor solo porque la escuché. Hago lo mejor que puedo, ofrezco mi tiempo, los escucho. Hay una mujer que viene a menudo al hospital, sus hijos están en Dakar. Vive sola y viene al hospital no solo para ser tratada, sino para tener a alguien con quien hablar. Me espera cuando termino de trabajar para verme, para hablar conmigo. Yo, a pesar del cansancio, me paro a escucharla. Me parece que María hubiera hecho lo mismo: silencio, escucha, una buena palabra. En lo sencillo me siento misionera, creo que estoy evangelizando aunque no diga grandes cosas, ofrezco simplemente mi tiempo.
¿De dónde sacas la fuerza para hacerlo?
Tengo fe. Mis padres y vosotros, los misioneros, me habéis transmitido la fe. Habéis dejado vuestra familia, vuestros amigos, vuestro país para compartir el Evangelio y a Jesús. ¿Y yo? Yo también tengo que hacer algo, en la medida de lo posible. Veo tantas cosas que no están bien a mi alrededor y tengo que darme fuerzas. A veces ayudo a alguien con las pocas monedas que uso para tomar el autobús a casa y vuelvo caminando (son solo dos km, ¡pero al final del día se siente el cansancio!).
¿Qué es lo que te gusta de la Iglesia?
Hay tantas cosas hermosas. Cuando voy a la Misa, me gusta estar allí con toda la comunidad cristiana y rezar juntos, esto me hace sentir “ligera” en comparación con lo que vivo todos los días en el trabajo o en casa. Siento que Dios está con nosotros. Y también siento que María está conmigo, aunque a veces le reprocho porque me gustaría que cambiara tantas cosas que no van bien en este mundo. Me gusta encontrarnos escuchando juntos la Palabra, que es Luz, Camino, Vida. ¿Qué decir de la Eucaristía, Dios con nosotros? No podemos vivir sin la Eucaristía. Somos como los discípulos de Emaús, igual que para ellos también para nosotros es un descubrimiento del gran amor de Dios por nosotros. Me gusta pensar que los dos discípulos de Emaús eran un hombre y una mujer, ¿por qué no? La Palabra y la Eucaristía son una gran idea de Dios para quedarse con nosotros.
¿Hay una palabra importante en tu “ser misión”?
Sí, compartir. Considero importantes las relaciones entre nosotros, saber acoger a las personas, dar tiempo para escucharlas por las cosas de la vida, por las cosas de la Iglesia, por las cosas de Dios. Toda la vida es un gran compartir.
Editado por Flavio Facchin omi